jueves, 18 de noviembre de 2010

CHÈTIEN DE TROYES: "PERCEVAL O LA CORTE DEL GRIAL"

 

En el castillo del Grial


    [El joven protagonista, ya armado caballero por Gornemant, participa en la defensa del castillo de Belrepeire, donde conoce a la joven Blancaflor, que despierta el amor en él. Tras esto, Perceval acude al castillo del Grial, donde habita el Rey Pescador. Durante una cena, ve una extraña procesión, en la que se muestran tres elementos: una lanza, un grial y un plato. Estos tres objetos, así como el hecho de que Perceval no pregunte sobre su significado, están cargados de complejos simbolismos. La lanza representa a aquella que fue clavada en el cuerpo de Cristo en la cruz; el grial, la copa donde se recogió la sangre de Cristo crucificado; y el plato alude al que se utiliza para la Eucaristía. Por otra parte, el silencio de Perceval ante la procesión tendrá terribles consecuencias para el Rey Pescador y para sí mismo, como le explicará su prima al día siguiente...]
   Había ahí dentro una iluminación tan grande como la podrían procurar las candelas en un albergue. Y mientras hablaban de diversas cosas, de una cámara llegó un paje que llevaba una lanza blanca empuñada por la mitad, y pasó entre el fuego y los que estaban sentados en el lecho. Todos los que estaban allí veían la lanza blanca y el hierro blanco, y una gota de sangre salía del extremo del hierro de la lanza, y hasta la mano del paje manaba aquella gota roja. El muchacho que aquella noche había llegado ahí ve este prodigio, pero se abstiene de preguntar cómo ocurría tal cosa, porque se acordaba del consejo de aquel que lo hizo caballero, que le dijo y le enseñó que se guardara de hablar demasiado. Y teme que, si lo pregunta, será considerado como un rústico, y por eso no preguntó nada.

   Mientras tanto llegaron otros dos pajes que llevaban en la mano candelabros de oro fino trabajado con nieles. Los pajes que llevaban los candelabros eran muy hermosos. En cada candelabro ardían por lo menos diez candelas. Una doncella, hermosa, gentil y bien ataviada, que venía con los pajes, sostenía entre sus dos manos un grial. Cuando allí hubo entrado con el grial que llevaba, se derramó una claridad tan grande que las candelas perdieron su brillo, como les ocurre a las estrellas cuando sale el sol, o la luna. Después de esta vino otra que llevaba un plato de plata.

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