domingo, 23 de enero de 2011

EL MOVIMIENTO ROMÁNTICO

  Las consecuencias de la Revolución Francesa se dejaron sentir durante todo el siglo XIX: el que se hubieran podido cambiar en Francia las bases sociales y políticas del Antiguo Régimen puso sobre aviso a los estamentos privilegiados de los demás países, que adoptaron una actitud defensiva ante cualquier intento de oponerse a su posición dominante. Esta situación marca los avatares políticos de la primera mitad del siglo XIX, en la que se suceden los enfrentamientos políticos entre los partidarios del Antiguo Régimen, que se resiste a desaparecer, y los defensores de un liberalismo que pretende cambiar las viejas estructuras sociales, pero que pronto se ve sobrepasado por los incipientes movimientos obreros.
   En Francia, las contradicciones dentro del proceso revolucionario llevaron al poder a Napoleón Bonaparte, quien, fruto de sus conquistas militares, llegó a formar un imperio que se extendió por gran parte de Europa. Sin embargo, la gran potencia económica de la época era Inglaterra, único lugar donde se había producido una verdadera revolución industrial. En Europa Central, Austria seguían siendo la gran potencia, pero entre los disgregados estados alemanes e italianos fue extendiéndose la idea de la unificación, impulsada por los liberales. Entre tanto, Rusia vivía todavía en condiciones semifeudales, y los Estados Unidos prosiguieron su expansión territorial y demográfica.
   En España, los numerosos errores diplomáticos de Godoy y las rivalidades entre Carlos IV y su hijo Fernando VII conducen a la invasión francesa de 1808: comienza la Guerra de la Independencia. La llegada de los franceses, que colocan en el trono a José I, provoca la división entre los españoles. Las Cortes de Cádiz aprobaron la Constitución de 1812, de signo inequívocamente liberal, pero el nuevo rey Fernando VII, a su llegada en 1814, hace caso omiso de la Constitución y comienza un periodo de gobierno absolutista. Tras su muerte en 1833, se produce una guerra civil entre los absolutistas o carlistas, que se muestran partidarios de que la sucesión al trono recaiga en Carlos, hermano de Fernando VII, y los liberales, que apoyan a la hija del rey, la futura Isabel II. Vencen los “isabelinos”, pero, dada la minoría de edad de la princesa, ejerce de regente su madre, María Cristina, hasta 1840. En este periodo se dan los primeros pasos hacia la instauración de un régimen liberal: la medida más importante es la desamortización de los bienes eclesiásticos impulsada por el ministro Mendizábal.  
   La primera mitad del siglo XIX en Europa se cierra con nuevas e importantes convulsiones: las revoluciones de 1848. Muy significativa es la participación de las masas obreras en estas revueltas: es justamente en este clima social y en este año cuando Kart Marx y Friedrich Engels publican el Manifiesto Comunista”. Pero las reivindicaciones obreras no son atendidas y se produce una honda fractura entre el liberalismo burgués y los movimientos obreros.

EL ROMANTICISMO

   Se conoce con el término Romanticismo el movimiento cultural que se opone a los principios característicos de la Ilustración y que es el resultado de la profunda crisis social e ideológica de un mundo en acelerado cambio. La crisis de los seguros valores tradicionales, la despersonalización del individuo dentro de la nueva sociedad industrial, el auge del materialismo y la tecnificación conducen a dos actitudes opuestas: el rechazo de la nueva sociedad (sea añorando un pasado perdido, sea forjando mundos ideales) o la reivindicación de un progreso más acentuado que permita configurar una nueva sociedad en la que tengan cabida la fantasía, la espiritualidad, la libertad y la justicia.
    Los orígenes del Romanticismo hay que buscarlos en el siglo XVIII, sobre todo en la filosofía y la cultura alemanas. Se produce allí un movimiento llamado Sturm und Drang, que propugna la creación literaria al margen de las reglas clásicas y revaloriza la expresión artística de los sentimientos y de las vivencias. Esta sensibilidad prerromántica se manifiesta bien pronto en Inglaterra y, con mayor o menor intensidad, se extiende por toda Europa. Las peculiares circunstancias históricas y políticas que atraviesa España durante la primera mitad del siglo XIX son las que explican el tardío desarrollo que el movimiento romántico tiene en la literatura española.
 
    Rasgos característicos del Romanticismo son los siguientes:

1. Irracionalismo: se niega que la razón explique por completo la realidad. El mundo es, en su esencia, un misterio; ya no hay certezas absolutas y no sirven las respuestas tradicionales a los interrogantes que la realidad ofrece.
2. Subjetivismo: si la razón tiene sus límites, son necesarias otras formas de conocimiento, que para los románticos son la intuición, la imaginación y el instinto.
3. Idealismo: el romántico siente predilección por lo absoluto, por lo ideal. El choque entre sus anhelos y la realidad prosaica produce en el artista romántico un hondo desengaño y un hastío vital que lo llevan a rebelarse contra las normas morales, sociales, políticas y religiosas.
4. Individualismo: el artista romántico tiene una conciencia aguda y dolorosa de la propia personalidad, de ser distinto a los demás, y afirma constantemente ese yo frente a todo lo que le rodea. Es un genio dedicado por entero a la creación: la obra de arte es el resultado de un momento de inspiración que refleja la valía de su autor.
5. Evasión: el romántico puede optar por huir de la realidad inmediata recreando épocas pretéritas, como la Edad Media, o lugares lejanos o exóticos, como Oriente, América…También puede escapar refugiándose en sí mismo, lo que justifica la preferencia por lugares solitarios, como castillos, cementerios, jardines, etc. Una forma extrema de evasión es el suicidio.
6. Naturaleza dinámica: el artista romántico representa la Naturaleza en forma dramática, en movimiento y con preferencia por la ambientación nocturna. La naturaleza se identifica con los estados de ánimo del creador.
7. Nacionalismo: se forja el concepto de pueblo como entidad a la que pertenecen individuos que comparten una serie de rasgos comunes: lengua, costumbres, folclore, leyes…De ahí el interés por conocer lo que tiene de particular el espíritu de cada nación.

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