lunes, 28 de marzo de 2011

EL ARRANQUE DE LA MODERNIDAD POÉTICA: DE BAUDELAIRE AL SIMBOLISMO

   A finales del siglo XIX asistimos a un proceso de transición desde una historia europeísta hacia un nuevo orden mundial; proceso que desembocará, finalmente, en la Primera Guerra Mundial. Este conflicto bélico resultó ser especialmente traumático, ya que, por primera vez, se vive una guerra global en la que participan los países más poderosos del momento, que luchan, además, por la victoria total. 1914, por tanto, supone la ruptura definitiva con el siglo XIX: los valores que habían aportado seguridad al hombre europeo (el positivismo, el progreso, el pragmatismo, el materialismo) fracasan estrepitosamente. Se sufre, en consecuencia, el llamado “mal del siglo”: se extiende por la sociedad el convencimiento de que la realidad es incognoscible, de que existen hechos que escapan de la percepción sensorial, de que la razón no lo puede todo, de que Dios y la religión se difuminan como en una nebulosa…La población se ve sumergida en una sensación generalizada de pesimismo, de hastío vital, y, como es fácilmente deducible, este sentimiento de fracaso afectará de manera especial a una pequeña potencia insuficientemente desarrollada, como España, que se ve de pronto en el centro del conflicto mundial por su posesión de las colonias de Ultramar, territorios ambicionados por EEUU y que acabará por perder definitivamente en el “desastre” del 98.

                                         
 
  A principios del siglo XX, la concepción de la Literatura da un giro radical hacia una nueva sensibilidad artística, que defiende el arte por el arte y la renovación de una forma de escribir caduca, lo que no es sino un síntoma de ruptura definitiva con la sociedad decimonónica. El modernista, desde la peculiaridad de su atruendo hasta su frecuente radicalismo político, manifestaba no sólo su deseo de provocar, sino también su oposición al asfixiante conformismo; el artista bohemio se sentía al margen de la sociedad, rebelde ante ella y protestaba contra el orden burgués.  En este sentido, existe un evidente paralelismo entre el Modernismo y la rebelión romántica frente a la sociedad posterior a la primera revolución industrial.

RASGOS DE LA LITERATURA MODERNISTA

1. Renace el gusto romántico por épocas pretéritas (el pasado medieval) y por países exóticos. En España, los escritores de fin de siglo defienden el mito de una Castilla antimercantil, austera y espiritual, en la que ven la esencia de España.

2. Hay una especie de complacencia en lo mortecino y ruinoso (decadentismo).

3. Se extiende una sensación general de hastío vital (spleen), que choca con los ideales racionalistas propios de la sociedad burguesa. Es característico en los textos de los jóvenes escritores el enfrentamiento entre intelectualismo y vitalismo, de forma que, siguiendo a Schopenhauer, se defiende que el pensamiento y la reflexión conducen al dolor. 

4. Es muy frecuente en la literatura modernista la aparición del erotismo, a veces conviviendo con el decadentismo y el malditismo.

5.  Los modernistas desean saltar por encima de las fronteras, son cosmopolitas y su meca es París.

6. La insatisfacción con el mundo es la causa de la angustia existencial que lleva a estos escritores a buscar lo trascendente más allá de las apariencias, búsqueda que se manifiesta en un espiritualismo exacerbado, en la identificación de Dios con la naturaleza (panteísmo), en el interés por los fenómenos inconscientes y en la afición por doctrinas esotéricas.

7. Ese anhelo de trascendencia conduce a una nueva Estética en la que se exalta la Belleza como el ideal supremo: el esteticismo es un culto casi religioso a la Belleza.

LA POESÍA MODERNISTA
                                                        

   En las letras hispánicas, el Modernismo literario tiene su cuna en Hispanoamérica, donde se había iniciado una renovación estética en dos direcciones: renuncia a la retórica del Romanticismo hispanoamericano con la búsqueda de una nueva expresión que se halla en la literatura europea contemporánea, especialmente francesa, y, como reacción espiritual frente al materialismo y deshumanización del mundo, recuperación del trascendentalismo romántico europeo, que en la literatura castellana se había desarrollado con menos intensidad. El florecimiento de la literatura modernista hispaniamericana vendrá de la mano de escritores de la talla de Rubén Darío y José Martí, entre otros muchos.

 Importantísima es también la influencia de la literatura francesa en el arranque de la modernidad poética, en concreto de tres movimientos:

a) Parnasianismo: toma su nombre de la publicación en 1866 de una antología de jóvenes poetas franceses con el título de "Parnasse contemporain" y se desarrolla entre 1861 y 1876. Sus principales representantes son Banville y Ménard Coppée, que se agrupan en torno a la figura del poeta Leconte de Lisle. Los parnasianos defienden el ideal del "arte por el arte": frente al creciente utilitarismo, el arte y la belleza están por encima del bien y del mal y son el único consuelo de la vida. El Parnasianismo influye en el Modernismo por su anhelo de perfección formal, por su afición al detalle y por el gusto por la mitología griega, el exotismo oriental, las civilizaciones antiguas...

b) Simbolismo: aparece, en sentido estricto, a mediados de los años 80: el punto de partida del movimiento es el manifiesto de Jean Moréas en 1886. Destacan los poetas Verlaine, Rimbaud, Baudelaire y Mallarmé. Para los simbolistas,  la poesía se convierte en un instrumento de conocimiento que intenta ascender a una realidad suprarracional. Lo inefable sólo puede evocarse a través del símbolo y el ritmo musical de los versos, como explica Valle-Inclán en La lámpara maravillosa”. Característicamente simbolistas son la afición por la alusión, el gusto por apuntar sensaciones de color, el empleo de sinestesias y, sobre todo, la búsqueda de la musicalidad. 
c) Decadentismo: el término tiene su origen en el verso de Verlaine "yo soy el imperio al fin de la decadencia". Se trata de una corriente que surge del simbolismo, pero que se caracteriza por el refinamiento y la melancolía; se busca la evasión de la realidad a través del exotismo y se admira la fase de decadencia de las antiguas culturas, como Alejandría. El decadentismo, como corriente estética, es más bien efímero, pues puede considerarse finalizado hacia 1890. Destacan los poetas italianos D´Annunzio y Pascoli; en Gran Bretaña sobresale la figura de Oscar Wilde, máximo exponente del dandismo.
  Estos movimientos literarios que fecundan el Modernismo tienen, en realidad, su origen en la corriente de los poetas malditos, quienes intentan superar el Romanticismo grandilocuente y caduco del siglo XIX. A la cabeza de ellos, encontramos a Verlaine, quien publicó en 1888 "Los poetas malditos". En EEUU hay que mencionar a Edgar Allan Poe y a Walt Whitman, con sus "Hojas de hierba".
  La renovación del el lenguaje poético se percibe en el intento de sugerir las sensaciones que otras artes consiguen mediante la luz, el color, la música, etc. a través de aliteraciones, adjetivos ornamentales, imágenes sugerentes, símbolos, atrevidas sinestesias, vocablos exóticos, cultismos, neologismos, profusión de palabras esdrújulas...El ansia de renovación y el deseo de musicalidad conducen a una gran variedad métrica. Por influencia de los simbolistas franceses, se emplean los alejandrinos y los versos libres; en su anhelo de novedades rítmicas, los modernistas imitan la métrica clásica, si bien no rechazan el uso de esquemas métricos tradicionales (sonetos, coplas, seguidillas,  romances, silvas, serventesios...).   
 

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